sábado, 26 de febrero de 2011

Yo bebí de tus pechos



Mi madre no fue imaginativa, mis caminos solo eran curvas antes de cada cuesta arriba, mi universo solo un minúsculo gramo de polvo en una atmosfera contaminada, llevando en mis pañuelos una tristeza tan profunda que culpe al amor inexistente en el acto de mi creación, algo real o imaginado fue encontrar respuesta a los sentimientos en los versos puros de Gustavo Adolfo Becquer, o en la fatidica existencia de escritores cuyas plumas las deslizo la desgracia sobre sus hojas muertas, ¿que sucede en mi interior?, replique a Dios en todas mis oraciones, en todos los juicios existenciales culpándolo del protagonismo que nunca mereci, formado y deformado a razon de suaves golpes que cruzaron mi pecho como dagas hirvientes, demasiado emocional aun para un niño de cortos años, incrustado en las aventuras irreales o ilusionado en los paisajes de quienes descubrieron ante mis ojos un mundo al cual escapar cada vez que la angustia no dejaba en paz mis ojos, mi propia teravitia, sin arboles andantes o mutantes gobernantes en la lucha eterna entre el bien y el mal, mi espacio de pobreza cubierto de cuatro tablas agrupadas donde el frio no pudo hablar de mi desgracia, un cielo sin sustento donde los granizos no lograron desgajar las latas que en sinfónicas circunstancias emitían cantos existenciales con el replicar de las gotas frías del peor invierno, nada pudo convencerme que eso no fue lo mas perfecto, envuelto en un grupo de frazadas con las manos frías sosteniendo un libro, o rodeado de una soledad que enclaustro su místico misterio rodeándome de muchos, mientras permanecía quieto en mi vació.

Mi madre no pudo convencerse de llamarme de otra manera, solo consiguio pronunciar un monofasico sonido que despues de algunos años pude agradecer, aprendiendo como las huellas de sus manos fueron hierros demarcando cada átomo de mi que le pertenecía, el octavo de siete que me anticiparon, el complemento humano que colgó de sus pechos, el vicioso comportamiento materno que nos hizo seres distanciados pero juntos en las luchas nuestras de un sentido emocional mas profundo, sintiendo las tristezas que la acompañaban como propias, confundiéndome con horas eternas de agradable compañía y minutos dolorosos cuando de sus ojos vi que el amor no le correspondía, queriendo amarla como jamas nadie le correspondería, su propio escribiente con nombre cotidiano, el pincel de cuyas hebras brotaran trazos fuertes sobre paisajes que siempre idealizo, ¿que es el amor? enfrente a la vida en busca de sus razones, al silencio clame mientras sobre una madera con barniz dibuje sobre mis propias hojas los surcos de obras que el destino no tuvo la fuerza de perdurar, solo la soledad, mi madre y los caminos hacia un estilo literario que se obsesiono con el amor. ¿ausente?, ¿presente? o mal expresado.

Si Willian Shakespeare pudiera volver a la vida le rogaría que me hablara del amor, o si Becquer pudiera volver a sus hojas le pediría que me convenciera de dejar la poesía, abandonar el impulso obsesivo compulsivo por las melodías emocionales que replican cuando Eros deja huellas sin que otros las perciban, enfrentando a Cristo a que lleve sus heridas y doctrinas al monte donde llevo mis cuadernos, para hacerme responsable de escribir hoy a su pueblo, ¿mama que has hecho? de tus pechos succione no solo tu sustento, de las manos tiernas que caían a mi pelo o el momento cuando era tu modelo, empujándome las manos a concretar tus sueños, ¡de tus pechos! no solo extraje mi sustento, el miedo de esos años que venían por tu cuerpo, la angustia que incrustaba solo malos sentimientos, y el vació de otros siete que se fueron sin decir, ¡mama te quiero!. llore sin tener razones para hacerlo y el silencio me llevo a estar tan solo, que encontré sin nadie la mas perfecta compañía, organizando mis garras, afilando mi silencio, levantando las murallas donde solo llegan quienes saben de mis sueños, destrozando con olvido a quienes fueron tras mis guerras, deportando de cada sentimiento a quienes no pudieron alejarse cuando solo oía a mi silencio, ¿que me diste de tus pechos? que el amor es un limbo eterno.

Aprendí de ti a cruzar mis dedos, a hablar con Dios cuando con nadie quería hacerlo, a luchar cuando otros se rendían, y escribir un par de versos que llame mi poesía, sintonizando la frecuencia que llevabas tan adentro, que aprendí a leer tus ojos cuando algo te dolía, no solo me diste leche, también tus penas y alegrías. El orgullo de tus sonrisas y la mano cuando sin que nadie la pidiera, la extendías, no solo bebí tu leche, también tu amor y tu alegría.

Condenando la sustancia que emanaba de tu adentro, el resumen de esperanzas que se fueron con el viento, la distancia que de a poco fue apareciendo, llevándose a tus hijos que buscaron otros reinos, lejos, tan lejos, que no oyeron. ¡no solo bebí tu leche! exprimí sin dientes tus misterios. el orgullo de alejarlos mientras quieres contenerlos, la arrogancia de expulsarlos cuando llamas por sus besos, y el odio que no existe porque todos se abrigaron en tu cuerpo.

Dios y yo comprendemos de tus sueños, del cariño merecido que clamas en tus huesos, la distancia que no existe a razón de los silencios, y el reino prometido que se cumple cuando alguien corre a decir, ¡mama te quiero!. de seguro Cristo volverá a decir ¡Dejad que los muertos, entierren a sus muertos! para que los años le digan a los nuestros, que era cierto el cuarto mandamiento.

No solo bebí leche de tus pechos, también los mismos sentimientos. no solo me llamaste Luis, porque tu creaste también a Alberto.

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